lunes, 19 de septiembre de 2022

Valera festiva en la crónica de Pedro Bracamonte Osuna, La Valera oculta (2019) | Por: Libertad León González

 

El cronista vio y contó: ése fue su gran mérito
 y ésa fue su originalidad.
Saber ver y adecuar la lengua a la narración es
 –en última instancia- la maestría del hombre que describe,
 lo que le hace ser artista
Manuel Alvar

Precisemos

La crónica como relato testimonial nace con la conquista de América. Oscilante entre lo vivido y lo creado, se configura como producto de la fantasía del hombre inconforme, quien, allende los mares, traspasa la inmediatez de lo visible. El cronista como creador de historias vividas, contadas o escuchadas, se deleita de su propio asombro y de los relatos de segunda mano. Desde el sendero de sus dudas, de sus ambiciones, de sus propios miedos convertidos en sueños, busca respuestas en la tan discutida e inagotable invención de América.[1]

Han pasado los siglos y este género narrativo evoluciona hacia diferentes vertientes hasta el punto de mostrarse como forma periodística. Desde 1870, Tom Wolfe contribuye con la corriente del nuevo periodismo para integrar el periodismo y la literatura. En palabras de Matias Kraber la crónica periodística ha de considerar el arte de narrar e informar con estilo de autor. En otro sentido, Gustavo Luis Carrera elabora una línea evolutiva de la crónica latinoamericana hasta el punto de catalogarla como una especie de irreverencia literaria.

Un testimonio como el de Pedro Bracamonte Osuna en su crónica La Valera oculta (2019), estaría inscrita en considerar no solo el contenido histórico e informativo, propio de la crónica, sino que cuida incorporar referencias de valor literario. La crónica de Pedrito, como lo llamaran sus amigos entrañables, se nutre del testimonio de voces de amigos y vivencias, bien guardadas en sus recuerdos, desde muy niño.  Su relato enlaza cordajes sobre la historia de la ciudad que tanto amó por ser su terruño, por constituirse en el escenario de mayor riqueza en la que también creció su padre, quien compartía con sus amigos entrañables proyectos para la ciudad.  Un indudable Consejo de hombres y mujeres talentosos y de bien que sirvieron de savia nutricia al hombre que después se configurara como defensor de su terruño y portavoz de grandes proyectos para Valera.

La ciudad como espacio idealizado, cada vez más alejada, de las siempre añoradas polis perfectas, proyección hacia afuera de nuestro mundo interior, continuidad espacial del espacio familiar, alberga diversidades humanas que no dejan de ser reseñadas en la crónica de Pedro Bracamonte Osuna. Por eso valora, con lujo de detalles, al valerano en tres dimensiones. En primer término. el valerano de a pie, de ámbitos callejeros, de barriadas y centros sociales populares de la ciudad. Luego, el valerano que a pesar de haber nacido en hogares en los que quizás la holgura económica y las comodidades quedaban a la espera, tampoco era impedimento para que, en muchachos con talentos innatos, prevaleciera el empeño en alcanzar reconocimiento, y que, paradojalmente, en muchos casos, les otorgó fama nacional e internacional. Finalmente, la crónica La Valera oculta, nos muestra la Valera de los notables, hombres y mujeres que delinean sueños para la ciudad y se configuran en portavoces de sus carencias y sus virtudes porque han colocado la ciudad en el epicentro de sus acciones.

 

La importancia de nombrar

Todo lo que me nombra o que me evoca
yace, ciudad, en ti, yace vacío,
Octavio Paz

Cuando nombramos lo creado, colocamos una naturaleza descriptiva a través del lenguaje. Nombrar es un acto de reflexión e imaginación, símbolo y complemento de lo creado, reflejo de la naturaleza subjetiva del lenguaje. Acto de creación, con particular determinación en el escritor, en este caso, cronista.

En la crónica La Valera oculta, el humano virtuoso de nuestra ciudad y los lugares emblemáticos están implícitos en la denominación de los capítulos como exaltación de los personajes y personalidades que ofrecieron con sus vivencias, sueños y realizaciones, un legado meritorio a la urbe que los vio nacer. Son los títulos que Pedro Bracamonte Osuna ofrece, sugerentes lexías, en tanto, síntesis de sus historias de vida.

En muchos casos, estos títulos guardan un sentido nostálgico y hasta poético. Tales como, por ejemplo, el capítulo denominado, ‘El mercado y su esencia’, del que surge, entre muchos otros, “el mundo de los granos en Valera”, propiedad de los hermanos González; el guarapo fuerte del negro Urquiola; la venta de aguacates de Antonio Fernández, el mismísimo, “Hombre del Anillo” o las baratijas en la ponchera del personaje “El Mediecito”. Sin dejar de lado, personajes como Cleto, convertido en estampilla de colección de los recuerdos de la ciudad.

Otro capítulo denominado, ‘El pan nuestro’, nos muestra a los primeros empresarios de la ciudad y, de manera especial, el surgimiento de los grandes panaderos de Valera. En el capítulo ‘Una ciudad en blanco y negro’ menciona a varias generaciones de muchachos que tuvieron en el cine, de los primeros tiempos, la oportunidad de recrearse en las imágenes gigantes de la gran pantalla en una diversidad memorable de cintas cinematográficas. Mencionar la evolución de esos espacios de entretenimiento, desaparecidos por diversas circunstancias injustificadas, es posible percibirlo como la configuración análoga de las luces y sombras que acompañan la consolidación de Valera, como ciudad anhelante por continuar siendo modelo de desarrollo, acorde a las exigencias de los últimos tiempos.

Otros tantos títulos surgen, con grato sentido humorístico y picardía, como, por ejemplo: ‘El rey de las carambolas’, dedicado a resaltar el juego de billar en los grandes representantes de la década de los sesenta y en especial, Luis Méndez, personaje que “llegó al mundo en Motatán, por aquellos días en que el ferrocarril ya no volvió nunca más”.[2] ‘Entre gritos callejeros’, dedicado a esos niños pregoneros de periódicos, protagonistas de las calles y donde destaca a su fiel amigo, Amable ‘Pepino’ González como pionero de ese grupo de muchachos que nos recuerdan a los protagonistas de las novelas picarescas. Luego, muchos años después, Amable González se convertirá en informante sustancial de La Valera oculta. Y así sucesivamente, nos divertimos con tantos otros títulos: ‘Tasca Mi Dolor’, ‘Entre somnolencias y palomas’, ‘Subiendo y bajando por el bolo’, entre una lista nutrida de denominaciones jocosas.

A la par, las continuas y acertadas referencias de escritores que han retratado con su prodigioso verbo el sentido de pertenencia e identidad por la ciudad, así como, la fibra humana que desarrolló como protagonista de Valera. Pedro nutre su crónica cuando acaricia frases de grandes escritores de nuestra urbe. En el capítulo, ‘Subiendo y bajando por el bolo’ utiliza la siguiente frase de Adriano González León: “El bolo era el camino para cazar tortolitas. Allí se detenía el mundo real y comenzaban las visiones”,[3] que mejor manera de comenzar su remembranza al lugar que fuera un punto de confluencia entre los que salían y entraban a Valera.

En el capítulo, ‘Entre choferes de plaza’ realza a los hombres que con su oficio dieron una solución al transporte urbano. Pulsaron la actividad intensa en la ciudad de aquélla época, a mediados de la década del 50. Para finalizar este capítulo, el autor hace mención de las palabras de nuestro buen amigo y mejor cronista, Alí Medina Machado, al referirse a Valera como “la casa grande donde los sueños se convirtieron en realidades y la vida era apetecible.”[4]

 

La Valera festiva

La felicidad no es ideal de la razón sino de la imaginación
Xabier Etxeberría 

En la lectura de la crónica, La Valera oculta de Pedro Bracamonte Osuna, encontramos con mucha frecuencia detalles sobre anécdotas y acontecimientos que, definitivamente, pueden sentirse como reflejo no solo de un pasado que trae grata recordación porque confirma la naturaleza alegre del valerano, sino que también, nos permite percibir la identificación del cronista que vive los hechos desde el íntimo apego de sus querencias, bien porque se las han contado, bien porque las vivió.

La naturaleza festiva de la crónica de Pedro Bracamonte es un valor agregado a la capacidad reflexiva del autor. Pedro transmite felicidad. Los recuerdos gratos otorgan al relato un estado de realización y moralidad, propias de la vida humana.

¿Cuáles capítulos muestran esa esencia festiva de la crónica de Pedro Bracamonte Osuna? Sin duda, la mayoría. Sin embargo, precisemos algunos como, por ejemplo, los dedicados a exaltar las visitas de personalidades célebres como Isabelita Martínez y Juan Domingo Perón, Alfredo Sadel, Rosa Carmiña, Héctor Cabrera, Emilio Arvelo, Leo Dan, Leo Marini, Andrés Eloy Blanco, también, aquéllos que enaltecen las tradiciones que han hecho de la ciudad un espacio de encuentros alegres, tan propia de sus moradores.

Significativos son los capítulos dedicados a ‘La hallaca bellavistera’, orgullo nacional de una comarca de gente alegre, solidaria y digna de recordar por sus líderes deportivos, políticos y culturales. ‘La huella de Tarzán’, homenaje al célebre deportista Germán Hernández, perpetuado en las historias de la Valera pujante. ‘El Anacobero y el Hueso’, capítulo que precisa la pasión por el boxeo que animaban, los hermanos, Eloy y Ricardo Salas, orgullos de la Valera de la época. Otros capítulos que realzan la Valera festiva de Pedrito, ‘El gaitero mayor’, eterno compositor de la ciudad, Mario Estelio Valera, quien queda prendado de Valera, desde su llegada en 1959 y para quien los versos de sus gaitas suenan siempre para enaltecerla.

 

Los memorables

el pasado reconocido tiende a hacerse resaltar como pasado percibido
Paul Ricoeur

Al ir cerrando las páginas de la crónica La Valera oculta de Pedro Bracamonte Osuna, descubrimos una escritura de especial afecto sobre episodios que resultan muy significativos en la vida del autor. Podemos mencionar con especial propiedad los siguientes: ‘La radio y la gaita, las pasiones de RJ’, como meritoria admiración a un profesional de la radio, RJ Daboín, con quien Pedro compartió desde ese espacio mágico que otorga la amistad, proyectos de locución en diferentes áreas del deporte y de la gaita. Quiénes lo conocieron saben del afecto entrañable donde ambos se acompañaban.

Luego, el capítulo ‘Entre Pedros y compadres’, es un auténtico homenaje a una escuela de hacedores de pensamiento y buenas obras para la ciudad. El cronista en la gracia de su corazón de niño que creció entre tantos buenos ejemplos, da testimonio de esa inquietud de quien quisiera también, ya convertido en hombre al servicio de buenas causas, lo mejor para su ciudad.

La lista es extensa e inolvidable en el recuerdo de Pedro Bracamonte Osuna, quien se formó en ese templo de la creatividad intelectual, la editorial Valera, imprenta de don Pedro Malavé Coll. Evoca los siguientes nombres memorables: Manuel Isidro Molina, Juan de Dios Andrade, Aura Salas Pisani, Adriano González León, Gonzalo González León, Carlos Contramaestre, Ramón Palomares, Raúl Díaz Castañeda, Marcos Miliani, por solo mencionar algunos de los intelectuales que frecuentaban “la diaria tertulia intelectual”. Dirá el cronista: “Malavé le entregó prácticamente el taller a mi padre”. Lugar en el que también surgió la amistad entre Pedro Bracamonte, padre, Pedro Malavé Coll y Pedro Emilio Carrillo. No dejen de pasear sus ojos por estas líneas significativas en la vida de Pedro y de esta urbe de Mercedes Díaz.

En definitiva, la crónica de Pedro Bracamonte Osuna responde al ideal de ciudad expresado por nuestro historiador valerano, Alexis Berrios: “la ciudad es un ideal de vida y posee su propio carácter social enlazado con el amor y la belleza, representada en los espacios públicos y privados, dando cuenta de la palabra decencia como regla básica para vivir en comunidad.”[5]

[1]  Pues bien, estos denominados Cronistas de Indias fueron los fundadores de un género que está a caballo entre la historia y el diario de novedades. Es decir, entre los grandes sucesos y los pequeños avatares de un itinerario y las peripecias del acontecer de la cotidianidad. (Gustavo Luis Carrera. Para una línea evolutiva de la crónica en Latinoamérica. Valor modélico del proceso venezolano, 2016, En: https://journals.openedition.org/america/1445

[2] Pedro Bracamonte Osuna (2019). La Valera oculta, p.31.

[3] Óp.cit., p. 62.

[4] Óp. Cit., p.56.

[5] Alexis Berrios. “Valera es el reto”, En: José Rojas. “Valera: pasado, presente y futuro”, Diario de Los Andes, 17 de febrero de 2022. En el marco del V Simposio. Por amor a Valera, pasado, presente, futuro, organizado por el Ateneo de Valera, Cento de animación juvenil, UVM, Acoinva y Voces de Valera.

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