Autor: Libertad León González
el arte introduce en la vida aquella libertad que se
pierde cuando las ideas se encarnan en la realidad
Iuri Lotman
A continuación se presenta el siguiente estudio sobre
las teorias de los signos en dos autores fundadores de los estudios
de la Semiología y la Semiótica, respectivamente, Ferdinand de
Saussure (1857-1913) y Charles Sanders Peirce (1839-1914). Se toma
como referencia fundamental la secuencia dispuesta en la Unidad I del
Seminario Semiótica y Educación del Doctorado de Ciencias Humanas de la Universidad del Zulia, Venezuela, presentado por Irida García de Moleros para establecer vasos
comunicantes con otras fuentes y reflexiones consideradas
significativas para la explicación del tema.
La importancia que para todo ser humano tiene la
capacidad de comunicarse desde diferentes facultades semióticas,
siendo la forma más generalizado entre las diferentes comunidades,
el lenguaje humano, nos coloca en la necesaria vinculación de esta
herramienta comunicativa, esencia de la condición humana, a
interrogarnos sobre dos aspectos fundamentales: 1) Los aportes de la
ciencia de los signos (la Semiótica) en los espacios socioculturales
y 2) Resaltar los principales criterios teóricos de dos grandes de
la Lingüistica estructural Ferdinand de Saussure y Charles Sanders
Peirce.
Saussure piensa en una ciencia general que estudie
los signos, la llamó semiología y en su planteamiento inicial
precisa su fundamentación teórica:
“La
lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por tanto,
comparable a la escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos
simbólicos, a la forma de urbanidad, a las señales militares, etc.
Sólo que es el más importante de esos sistemas. Puede por tanto concebirse una ciencia que estudie la vida de los signos la vida
de los signos en el seno de la sociedad; formaría una parte de
la psicología social, y, por consiguiente, de la psicología general;
la denominaremos semiología (del griego semeíon, 'signo'). Ella nos
enseñará en qué consisten los signos.”(Saussure, en Zechetto 1,
2000:20)
Como quiera que se propician encuentros entre la
Semiótica y el resto de las ciencias en “la comprensión del
funcionamiento de los signos y la producción de sentido en toda
manifestación cultural” lo que se ha llamado el proyecto semiótico
coloca, desde Saussure, en primer término la Semiología en cuyo
seno también convergen el resto de las ciencias. Entre ellas la
lingüistica y la valoración desde la lingüistica estructural de
las antinomias metodológicas:
Lengua-Habla,
Significante-Significado,
Arbitrariedad
(inmotivado)-racional (motivado),
Sintagma-Paradigma,
Sincronía-Diacronía.
Estas
antinomias, fundamento de la estructura binaria de la teoría del
signo lingüistico de Saussure, tiene un lugar destacado para los
estudios del lenguaje. Así, entre la lengua y el habla, como
manifestaciones social e individual del lenguaje, respectivamente. Se
reconoce también el lenguaje como sistema de signos lingüisticos,
estructurados en una armazón para que cada hablante lo adecúee a su
criterio individual, a su creatividad vital a partir de su
experiencia individual y social. La lengua en términos precisos es
concebida por Saussure con los siguientes caracteres: objeto bien
definido, es la parte social del lenguaje, en consecuencia para que
se produzca ha de prevalecer una especie de contrato social, es
posible estudiarla separada del habla, en definitiva, es un objeto de
naturaleza concreta. Por otro lado, debe considerarse en la dicotomía
lengua – habla los cambios que se producen en el seno de una
comunidad y que toma en cuenta, por lo tanto, la perspectiva
histórica.
En segundo término, Saussure reflexiona sobre el signo,
como una “díada” compuesta por el significante, representación
sensorial de algo o elemento fónico-acústico y el significado, su
concepto. A partir de la noción de signo lingüistico tratará la
arbitrariedad del signo y su valor, cabe destacar la siguiente
sentencia saussureana “El lenguaje es una institución humana sin
ninguna relación natural con su objeto” En tal sentido, creación
exclusiva de una covención social arbitraria, sin razón lógica que
enlace el significante y el significado, por lo cual ha sido llamada
esta condición inmotivado. De igual forma, subyace el valor que cada
signo lingüistico posee en la cadena hablada en oposición a otro,
precedente o subsecuente, en virtud de los cuales se produce tal o
cual significación. Pudiéramos señalar por ejemplo, el uso del
adverbio no antepuesto a la siguiente sentencia: 'No saldrás esta
noche' su valor es determinante si se omite, y la oración entonces
sería 'Saldrás esta noche', o si consideramos por ejemplo, la
semejanza entre términos como sal y mal los cuales apenas se
diferencian por uno de sus fonemas, el valor de ese fonema inicial
determina el valor del vocablo. En este sentido, estaría
manifestándose la presencia de dos factores del valor: “Todos los
valores están siempre constituidos:
- Por una cosa desemejante susceptible de ser cambiada por otra cuyo valor está por determinar.
- Por cosas similares que se pueden comparar con aquélla cuyo valor está en cuestión.” (Zechetto 1, 2000: 24). Por lo tanto, cuando se establecen las reglas de valoración entre los diferentes signos también se establece un orden, una regularidad (lo racional).
Entre las relaciones del lenguaje, denominadas por
Saussure antinomias, se destacan las sintagmáticas y
paradigmáticas. Las primeras, se manifiestan en la cadena del habla,
es decir, en el momento en que se emite el lenguaje oral, la
comunicación en presencia, aquí juega un papel fundamental el valor
de oposición que se establece entre elementos precedentes y
consecuentes, para establecer las conexiones necesarias que hacen de
lo expresado una estructura coherente y funcional para ser utilizada
en determinado momento de la comunicación entre hablantes. Cuando la
comunicación es escrita también deberá prevalecer la combinación
de los vocablos precisos para significar el mensaje que se desea
transmitir. Las segundas, se establecen a partir de elementos comunes
en una serie de signos, en ausencia, verbigracia cuando reconocemos
en el inventario de los sustantivos todas aquéllas palabras que
puedan haberse colocado en una oración pertenecientes a ese
inventario o universo. Si decimos, por ejemplo: Luis trae regalos a
las secretarias en su día. El sustantivo Luis estará vinculado a
todos aquéllos posibles nombres propios que pudieron realizar dicha
acción y que además, por pertenecer al inventario de los
sustantivos tiene caracteres morfológicos de género y número.
En cuanto a la antinomia Sincronía/Diacronía, Saussure
establece relaciones en la estructura del lenguaje, podemos estudiar
el lenguaje, bien a lo largo del tiempo (Diacronía), bien en una
determinada época o período actual (Sincronía). En el estudio
diacrónico “se hallan los esquemas estructurales, formales,
teóricos y estables” (Op. Cit., p.26), en el estudio sincrónico “la
lengua “en su aspecto más concreto como hecho social dinámico en
el que los sujetos hablantes son los protagonistas” (Ibidem). De
igual modo, Saussure establece una separación de las esferas si
consideramos el Eje de las Simultaneidades y el Eje de las
Sucesiones. A saber, en el primer caso, la relación entre cosas
coexistentes, el tiempo queda excluido. Y en cuanto al segundo eje,
nunca se puede considerar más que una cosa por vez dado la
convención de espacialidad que de alguna manera cada significante
ocupa al momento de emitirse cualquier expresión de la cadena
hablada y que estaría en correspondencia con los planos fonético y
fonológico, morfológico, sintáctico, semántico y pragmático del
lenguaje. De igual forma, la espacialidad que cada significante ocupa
en el plano de la escritura en forma lineal, sin superposición de
elementos. Así como, están situadas todas las cosas del primer eje
con sus cambios. Es decir, el valor de los signos considerados en
función del tiempo, apreciando su organización y uso en el sistema
actual y en correspondencia con la evolución de que han sido objeto
a lo largo de las épocas y que se manifiesta en cualquier estructura
en el presente.
En este punto de las consideraciones científicas de los estudios del lenguaje considero importante acercarnos a la lectura
hermenéutica que sobre el origen del lenguaje realiza J. M. Briceño
Guerrero partiendo de una exploración mitológica del tema.
Permítaseme citar in extenso al autor:
“Ante
todo una leyenda maquiritare: “En aquélla época Uánadi, hijo del
Sol y máximo héroe cultural, tenía la intención de crear los
hombres para poblar la tierra, en donde tan solo vivían entonces los
animales.Hizo a tal objeto una esfera milagrosa, hecha de piedra, la
cual estaba repleta de gente diminuta todavía no nacida; desde
dentro se oían sus gritos, sus conversaciones, sus cantos y sus
bailes. Esta bola maravillosa se llamaba Fehánna”(Briceño
Guerrero, 2002:11).
El lenguaje tanto para las culturas originarias como
para el hombre que ha evolucionado y se ubica en la reflexividad de
las consideraciones científicas sobre el tema, se constituye, en
ambas, en esencia de la condición humana, en razón y pensamiento
compartido, a partir del uso del lenguaje, fundamento de su práxis
comunicativa. Esa esencia está latente en cualquiera de las dos
argumentaciones referidas, la que surge de las consideraciones
ancestrales del mito y la que subyace del científico de la
lingüistica estructural vigente. Vemos en la visión de la leyenda
maquiritare la necesidad de delimitar la esfera solar (divina) y la
esfera de piedra, lo creado, lo humano. Forma ésta que nos coloca
ante todas las manifestaciones sígnicas de la cultura, y en
consecuencia de los estudios de la Semiología de la cultura. De
nuevo compartimos el criterio de Briceño Guerrero cuando declara:
“El lenguaje, como el grito, la canción y el baile, es
consubstancial con la condición humana y el todo se encuentra
incluido en un todo mayor que lo trasciende” (Briceño Guerrero,
2002:12). En las culturas primigénias se valora la capacidad
creadora del lenguaje como esencia de la creación de la vida. En los
estudios actuales sobre la supremacía del lenguaje en la sociedad,
podemos recapitular la teoría saussuriana, atenta a un criterio de
valoración del lenguaje en el presente que además implica su
evolución: Dos ejes esenciales del valor de los signos considerados
en función del tiempo, apreciando su organización y uso en el
sistema actual y también la evolución de su estructura a lo largo
de las épocas históricas. Aún cuando la concepción mítica diste
del criterio fenomenológico que se le otorga al lenguaje respecto a
los estudios propios de la ciencia del lenguaje, no dejan de tener
vasos comunicantes en cuanto a la supremacía que en ambas
concepciones le otorgan al lenguaje, instrumento de creación.
Para Charles Sanders Peirce (1839-1914), cognición,
pensamiento, hombre, son semióticos en su esencia. Cada pensamiento
es un signo. La vida es una cadena de pensamientos, prueba que el
hombre es un signo. El universo entero está inundado con signos. En
consecuencia, la Semiótica es la doctrina de la naturaleza esencial
y de las variedades fundamentales de las posibles semiosis. La teoría
de Peirce tiene entonces una fundamentación filósofica cuando
reconoce la realidad como tríada,
proceso.
“que domina la disposición analítica e
interpretativa de la realidad desde el sistema del pensamiento humano.
Este puede describir la situación global de las cosas como
cualidades (Primeridad), o en su acción real (Segundidad), o como
entidades regidas por leyes y fines (Terceridad). Y siempre como una
experiencia continua y fluida.” (Ibidem, :47).
Será preciso,
igualmente, para ilustrar estas ideas sobre la realidad como triada,
citar los siguientes ejemplos proporcionados por el Peirce:
“Las ideas típicas de la Primeridad son
cualidades del sentir, o meras apariencias. El color escarlata de las
libreas de vuestra casa real, la cualidad en sí misma,
independientemente del hecho de ser percibida o recordada, es un
ejemplo.
Un tipo de idea de Segundidad es la experiencia del
esfuerzo, con prescindencia de la idea de intencionalidad...La
existencia de la palabra esfuerzo es prueba suficiente de que la
gente piensa que tiene tal idea, y basta con esto. La experiencia del
esfuerzo no puede existir sin la experiencia de la resistencia. El
esfuerzo sólo es esfuerzo en virtud de que algo se le opone, y
ningún tercer elemento entra en esto. ...
En su forma genuina, la Terceridad es la relación
triádica que existe entre un signo, su objetoy el pensamiento
interpretador, que es en sí mismo un signo, considerada dicha
relación triádica como el modo de ser de un signo...Un Tercero es
algo que siempre pone a un Primero en relación con un Segundo.Un
signo es una clase de Tercero.” (Ibidem:47).
El color
escarlata de las libreas de la casa real, idea de Primeridad. El uso
de las libreas escarlatas, la idea de Segundidad y las relaciones
establecidas por el uso de las libreas escarlata, idea de Terceridad.
Destaquemos
ahora otra noción peirceana, el fanerón, “la suma de todo lo que
tenemos en la mente, de cualquier manera que sea...categoría
relacional mediante la cual vinculamos elementos simples y complejos
de cualquier realidad semiótica” (Ibidem,:48). Luego ejemplifica a
través del signo “avión” y sus múltiples ángulos culturales,
desde la realidad como aparato tecnológico, comercial, turístico o
considerarlo como imágen, como escritura. Así, de nuevo, el signo
pasará por las tres categorías de Primeridad, Segundidad y
Terceridad. En este orden entraría en juego otra categoría, la
faneroscopia como “forma lógica de encarar las cosas con el fin de
reducir al orden fenómenos diversos, interpretándolos
funcionalmente desde las categorías de la primeridad, secundidad y
terceridad”(Ibidem), es decir, interpretar al signo en términos
pragmáticos, de allí que Peirce sea considerado filósofo iniciador
del pragmatismo moderno. El pragmatismo apunta más allá de las
elucubraciones mentales, es decir, la práctica.
Para Peirce, un signo es cualquier cosa que determina
alguna otra (su interpretante) para que se refiera a un objeto al
cual él mismo se refiere (su objeto); de la misma manera, el
interpretante se convierte a su vez en un signo, y así ad
infinitum. Precisemos en palabras
del propio Peirce:
“Un
signo o representamen, es algo que, para alguien, representa o se
refiere a algo en algún aspecto o caracter. Se dirige a alguien,
esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o tal
vez, un signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo
llamo el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de
algo, su objeto, está en lugar de ese objeto, no en todos los
aspectos, sino solo con referencia a una suerte de idea, que a veces
he llamado el fundamento del representamen”
(Pierce, The
collected papers:228 )
Se establece, en
consecuencia, la presencia de la 'conciencia inteligente' en virtud de
constituirse un proceso de cognición, de pensamiento que enlaza y
establece conexiones significantes en la tríada del signo. Por lo
tanto, entraran en juego tres elementos fundamentales: Primero, un
signo o Representamen, un Segundo u Objeto y un tercero o
Interpretante. En cuanto al Representamen seria ““el/los aspectos
del objeto” que podemos llegar a conocer a través de una tríada
en particular, pero nunca al objeto en su totalidad.”(Caldeiro,
2005) En tanto que el objeto “es la porción de la realidad a la
que se puede acceder a través del signo.” (idem) y finalmente, el
interpretante se constituye en “otro signo que ahora es el signo
que el representamen produce en la mente de la persona...El
interpretante ha de relacionarse con los conocimientos y saberes
comunes de una cultura determinada.” (idem). Esta representación
mental del signo que establece Pierce, de naturaleza triádica, se
distancia y amplía la teoría binaria del Signo Lingüistico de
Ferdinand de Saussure. Sin embargo, en ambas prevalece la conexión
del pensamiento, de la representación mental de la idea del signo
tanto en el significante propiamente dicho como en el receptor de
este signo llamado por Pierce, interpretante. En cuanto a la
valoración de los estudios de Pierce, debe traerse a consideración
los estudios de Eliseo Verón (1938), quién ve mayor amplitud en la
teoría peirceana ampliada hacia los estudios de la semiótica
mientras que en Saussure los estudios hay que reconocerle
particularmente, “el surgimiento de la linguistica como ciencia de
la lengua”( Zechetto, 2000:107). Es a partir de esta valoración
que luego desarrollará su teoría de la discursividad o
teoría de los discursos sociales. Comienza
considerando las limitaciones de la teoría saussureana con
respecto a la teoría peirceana y declara:
“El
modelo ternario aborda un análisis más amplio que el de la
lingüistica; la cual, -seguidora del funcionalismo-, reducía el
sentido del acto de lengua al foco intencional de la conciencia...No
se planteaban , sino
que veían tanto a la lectura como a la lectura como dos posiciones
indistintas.” (Verón, en Zechetto, 2000:108).
Y
aún es más tajante cuando afirma que la concepción saussureana
“conduce a una
noción estática del signo.
Volviendo
a la teoría peirceana hay tres clases de signos: semejanzas o
íconos. funcionan a partir de la imitación que realizan sobre el
objeto. Una caricatura, un dibujo que refleje la naturaleza, sombras
chinas, serían ejemplos de íconos; los indicadores o índices, tal
y como la palabra lo dice, muestran indicios, conexiones con el
objeto o las cosas de la realidad. El cielo nublado es indice de
lluvia, el dolor de vientre en las mujeres es índice de la llegada
de la menstruación o el vómito, la diarrea, y decaimiento general
en los bebés es indicio del “mal de ojo”para quiénes tienen esa
creencia. Todo lo que centra la atención o todo lo que sorprende es
una indicación, según Peirce. Luego, los símbolos o “signos
generales, que han sido asociados con su significado por el uso. Así
como, “etimológicamente significaría una cosa unida a otra.”
(Peirce, 1894:6). Mafalda,
caricatura de Quino, sería símbolo de las rebeldía de los niños.
En Venezuela, Los
cuentos de Teresa,
de Armando José Sequera, son símbolo de la perversidad y la ternura
del imaginario infantil. El
Principito
es símbolo de la eternización de la infancia en el adulto; Alicia
en el país de las maravillas
y Alicia a través
del espejo
constiuyen un símbolo de la escritura del absurdo.
Así
como el hombre es capaz de inventar nuevos símbolos, a partir de su
capacidad creadora, la cual se hace determinante y expresa, a través
del lenguaje, podemos afirmar, que en nuestra cotidianidad estamos
siempre desarrollando esta capacidad creadora, cuando damos
denominaciones muy personales a cualquier ser querido, o no tan
querido, si no es reconocido por el entorno es tomado como si se
tratara de entender otro idioma. Es el caso particular de los apodos.
Puedo referir en mi condición de abuela un ejemplo que siempre doy a
mis estudiantes. Cuando mi nieta tenía más o menos cuatro años, se
me ocurrió llamarla “gondispotis”, no sabría explicar una
razón lógica del término, como todos los términos, amparados por
la teoría saussureana de la arbitrariedad, bien pudiera simplemente
decir que tras un impulso de emotividad surgieron esa serie de
sonidos que me regocijaban cada vez que los repetía para sustituir
su nombre, Abril por el de “gondispotis”. Con el tiempo esa
denominación se ha apocopado y hoy en día la llamo mi “cotis” y
a su hermanito mi “cotos” y les agrego a quiénes me pregunta
“por aquello del algodón”, es decir, la suavidad del 'cotton'.
Por supuesto, todos en mi familia entienden el código, símbolo de
mis sentimientos. Me encantaría conocer otros símbolos, creados por
otras abuelas. Volviendo a Peirce, “gondispotis”, “cotis” y
“cotos” serían el signo o representamen, Abril y Jesús Daniel
serían el objeto y cada uno de los miembros de mi familia , los
interpretantes.
En cuanto a la poesía, propiamente dicha,
particularmente infantil, podemos hacer referencia a muchos ejemplos,
que se constituyen en ícono de sus autores “El principe enano”
de José Martí, “La sonatina” de Ruben Darío, “Las
lombricitas” de Aquiles Nazoa, y mucho más contemporáneo, pero,
igualmente emblemático el poema “Aprendiz de espumas” del
escritor español Carlos Marzal, poema que simboliza al niño que
tiene su primer encuentro con el mar (1). Todos son muestras de la
capacidad simbólica del lenguaje más allá de lo meramente
cotidiano.
Reconocemos en la teoría de Peirce el fundamento
de la semiótica, considerada por Umberto Eco como “una práctica
contínua. El sistema semiótico que cambia, el análisis semiótico
que transforma al sistema que expresa y considera a los signos como
una fuerza social, permiten entender que la semiótica no solo es una
teoría” (Eco, en Zechetto 2, 2000:60). Esta afirmación sustenta
todos los signos que nos envuelven en el desempeño de nuestra vida
social. De allí que para Eco sea tan importante establecer las
influencias del signo en el universo de los medios de comunicación.
Sin embargo, siendo el signo el centro de estas reflexiones
veamos las siguientes afirmaciones de Eco, siguiendo a Peirce:
“...se trata de redescubrir que la idea original de
signo no se basaba en la igualdad, en la correlación fija
establecida por el código, en la equivalencia entre expresión y
contenido, sino en la inferencia, en la interpretación, en la
dinámica de la semiosis...Por consiguiente, sólo hay signo cuando
una expresión queda, inmediatamente, atrapada en una relación
triádica, en la que el tercer término-el interpretante-genera
automáticamente una nueva interpretación, y así hasta el
infinito.” (Eco, en Zechetto, 2000:65).
La
literatura en esencia reproduce esta juego propiciado a partir del
signo. Queremos otro ejemplo ya en el plano narrativo. Se trata de
un escritor inédito, de 80 años, el profesor Ernesto Vergara,
natural de la ciudad de Valera, quién acaba de participar en el
Primer Concurso de cuentos de la Federación Venezolana de Maestros,
donde obtuvo el segundo lugar, con su cuento “Los caleteros”. En
este sentido quiero significar el encuentro propiciado entre mis
estudiantes de Lenguaje y Comunicación y el profesor. Cada
estudiante leyó previamente un cuento del profesor. La distancia
generacional y de la época referida en cada relato, vinculados a la
Valera de principios del siglo XX, la naturaleza autobiográfica, en
la mayoría de los cuentos, en consonancia con las situaciones
anecdóticas, propias de la vida de los pueblos, con innumerables
signos que reflejan la vida de la época, permitió un diálogo
enriquecedor sobre los saberes culturales de aquélla época, que
mis estudiantes desconocían y que trataron interpretar incluso
buscando referencias con los cronistas de algunos pueblos vecinos.
Diríamos con Peirce el
signo que el hombre utiliza es el hombre mismo. La
referencia de vida del escritor resignifica el sentido de signos de
lo cotidiano, en signos traspuestos con múltiples interpretaciones
semánticas en cada cuento y al mismo tiempo, al ser recibidos por el
lector, se producen nuevas interpretaciones. Pudiéramos referir en
los cuentos de Vergara la presencia de héroes anónimos, propio de
los pueblos: el famoso Cleto, caletero del mercado municipal, además
bebedor y hasta serenatero no por vocación sino por osado; los locos
que ayudaban al padre de Sabana Libre a trasladar el nicho, repleto
de ofrendas y limosnas de la Vírgen de Coromoto, por tortuosos
caminos de piedra, de ida y regreso entre las comunidades vecinas.
Particularmente, se destaca el loco Pala, quién cansado de llevar el
nicho lo deja abandonado en un paso del camino y expresará. “si es
tan santa que termine de llegar sola”. Toda una experiencia de
vida al servicio de la imaginación, a la formación de nuevos
códigos. Es emblemático destacar que los cuentos de Vergara,
algunos tienen coplas que repiten la trama del cuento, todos están
ilustrados por el mismo autor y a todos les ha compuesto música que
con mucho agrado interpreta acompañado de su guitarra. En este
sentido, el escritor reinterpreta sus signos. Estaríamos entonces
hablando, en términos precisos, de un proceso de traducción. En
este momento son válidas las siguientes palabras de Claude Levi
Strauss:
“...intentar extraer la propiedad invariable de un
variado y complejo conjunto de códigos (el código musical, el
código literario, el código artístico). La cuestión consiste en
desentrañar lo que es común a todos ellos. Podría decirse que es un
problema de traducción: traducir lo que está expresado en un
lenguaje- o en un código si se prefiere, aunque el término
<<lenguaje>> es suficiente-a una expresión de un
lenguaje diferente.” (Levi Strauss, 2008, 29-30).
En
torno al mismo criterio dirá mas adelante: “<<significar>>
significa la posibilidad de que cualquier tipo de información sea
traducida a un lenguaje diferente.” (Levi Strauss, 2008:33). Estaría
poniéndose de manifiesto, de igual forma, la
semiósis ilimitada
según Eco, proveniente también de la teoría peirceana:
“...toda la cultura se considera como un sistema de
sistema de signos, en el que el significado de un significante a su
vez se convierte en significante de otro significado o incluso en
significante del propio significado-independientemente del hecho de
que sean palabras, objetos, cosas, ideas, valores, sentimientos,
gestos o comportamientos. (Pierce, en Zechetto, 2000:66).
Es a nuestro parecer, igualmente, el vínculo que
se suscita entre discursos semióticos diversos, esbozados en el
presente trabajo, donde todos definen los procesos de significación
y comunicación de la semiótica. Ahora, será preciso introducir,
en términos análogos a los criterios de Pierce, Eco, Levi Strauss,
las siguientes consideraciones de Magariños:
“...para que algo signifique, debe ser percibido en
cuanto forma identificable de determinada semiosis y debe ser
enunciado desde otra semiosis (incluida la alteridad de todo
metalenguaje respecto de su lenguaje objeto diferente de aquélla a
la que pertenece dicho “algo”. La mera percepción es necesaria
pero insuficiente (...) sin el correspondiente “juicio perceptual”
(Peirce,:5.155) que, utilizando como materia prima la episteme
social disponible (...) construya en el consciente cognitivo la
representación de aquella percepción. La razón de esta
insuficiencia se asienta sobre la contradicción inherente a toda
semiosis y que constutuye lo que puede denominarse “el dilema
semiótico”: es necesario que una semiosis (sustituyente deje de
ser lo que es “en sí”(el juicio perceptual: un fenómeno de
lengua) para que otra semiósis (sustituida) sea, no lo que es “en
sí”(la percepción: un fenómeno sensorial), sino aquéllo en lo
que la primera la constituye (el referente: un fenómeno semiótico y,
en cuanto tal, significativo).” (Magariños, 2002:29).
El punto de encuentro de todas estas
teorías semióticas del signo está, indudablemente, en considerar
su naturaleza mental, la capacidad de percibirlo como entidad
psíquica, iniciadas estas consideraciones, con la teoría binaria de
Ferdinand de Saussure y ampliada, de manera sustancial, con la
teoría triádica de Charles Sanders Pierce, la cual se prolonga en
una serie de consideraciones clasificatorias en otras tríadas. Por
otro lado, los estudios de semiólogos posteriores a Peirce como
Umberto Eco, Eliseo Veron y Magariños, reconocen el punto de inicio
de sus investigaciones, apoyados en la teoría de Peirce, sin
desmerecer las aportaciones individuales de cada uno, aún cuando en
algunos momentos de sus apreciaciones puedan tomar distancia o
discrepar de las consideraciones piercianas sobre el signo.
A continuación, consideramos
pertinente revisar algunas nociones fundamentales de la teoría
semiótica desarrollada por Magariños. Explícitamente iniciamos con
la noción de objeto semiótico:
“a) cualquier percepción construida, en un momento determinado y
en una sociedad concreta (o sector de esa sociedad), mediante un
conjunto de referentes producidos por un conjunto de enunciados
provenientes de las semiosis efectivamente disponibles en dicha
sociedad.” (Magariños,:30) Luego, define la semiosis:
“todo universo de percepciones sensoriales
identificadas, en cuanto construidas (y, coyunturalmente, utilizables
como sustituyente o como sustituidas), y cuyas operaciones de
formación, transformación y recurrencia pueden identificarse de
modo formal, cuasi-formal o entre límites relativos de arbitrariedad
(Chomsky, 1979:32).
Todo objeto semiótico procede, pues, de la
interacción de dos (al menos) semiosis y pertenece, a su vez, a
alguna determinada semiosis. Todo cuanto el hombre percibe
conscientemente (o conoce, en sentido amplio) es, en cuanto tal,
objeto semiótico.” (Ibidem).
En relación al objeto semiótico
tiene una importancia fundamental el objeto semiótico histórico y
que es denominada por Magariños, partiendo de Pierce como semiosis
sustituida, destaca en esta tríada peirceana, el Representamen,
semiosis sustituyente y el Interpretante, nuevo objeto semiótico. A
partir de esta reflexión continúa afirmando: “nada es” sino que
todo “resulta ser” lo que las posibilidades constructivas de las
semiosis sustituyentes, socialmente disponibles, “le permiten
ser”.(Ibidem,: 60). Así como en el lenguaje es tan determinante su
evolución, los cambios que se suscitan a través del tránsito
temporal, de igual modo, para la semiótica las repercusiones
históricas sobre el objeto semiótico ocupan un lugar estelar de las
reflexiones propias de la semiótica. Esta conciencia histórica
sobre la vigencia de un objeto semiótico en particular en el
presente también tiene implicaciones en el discurso de la verdad y
la falsedad.
¿Pudiéramos precisar, como ejemplo,
de la tríada peirceana- magariñoana la consideración que para los
creyentes de la religión católica tiene en la época decembrina o
navideña la colocación del pesebre en sus casas, como Representamen
o semiosis sustituyente de un objeto semiótico histórico
(Fundamento) de dos mil años de antigüedad, referido al lugar dónde
nació Jesús, en Belén y que se expresa en los Interpretantes que
en este caso se constituye en todas aquellas personas que colocan una
versión personal de ese objeto semiótico, es decir, el nuevo objeto
semiótico? Pudiéramos ampliar esta mirada
semiótica apoyados de nuevo en Magariños:
“toda forma tiene ya historia. Todo lo
percibible se percibe porque ya está interpretado y así la forma
viene a ser una bisagra que media entre la percepción y la
interpretación y permite la transformación de la primera en la
segunda. Los tres términos involucrados “percepción”, “forma”
e “interpretación”constituyen una totalidad cuyo sustrato
objetivo es la forma, lo que no la excluye de dicha totalidad sino
que meramente la afirma como lo efectivamente observado.”
(Ibidem,:67).
Esta manera de definir los rasgo particulares del
objeto semiótico nos permite acaso precisar alguna recursividad
entre los grandes semióticos de todos los tiempos. Tal y como se
verá en la siguiente definición de cultura, expuesta por Uspenski,
a propósito de la Escuela Semiótica de Tartu- Moscú:
“la cultura es entendida como cierto sistema que está
entre el hombre (como unidad social) y la realidad que lo rodea, esto
es, como un mecanismo de elaboración y organización de la
información que llega del mundo exterior. En este proceso cierta
información resulta substancialmente significativa, y cierta
información es pasada por alto en los marcos de una cultura dada. En
el lenguaje de otra cultura, por el contrario, esa información no
importante para esa cultura puede ser muy esencial. Así pues un
mismo texto puede ser leído de diversa manera en los lenguajes de
diversas culturas... Así pues la cultura en el sentido semiótico
amplio es entendida como el sistema de las relaciones que se
establecen entre el hombre y el mundo.” (Uspenski, :292).
Estaría refiriéndose Uspenski a esa
forma en que cada cultura lee el mundo, lo interpreta, lo significa,
de acuerdo a su visión en la que convergen infinidad de códigos, de
signos, de objetos semióticos. Lo mismo ocurre con un texto que es
traducido de un idioma a otro, el resultado se constiuirá en lo que
Lotman llamó un texto nuevo. Para Lotman entonces “la cultura es
un mecanismo de producción de textos nuevos” (Lotman, :130). Por
eso quizá siempre vuelve a considerar los textos
artísticos, llamados por él sistema de los lenguajes del arte.
Plantea el siguiente esquema:
ML_____________O______________LA
“De un lado, el sistema de los metalenguajes (ML) y,
del otro, el sistema de los lenguajes del arte (LA). Los textos
reales se disponen a lo largo del eje. Su ubicación dependerá de de
la estructura de estos textos y de su función. Un mismo texto puede
tener en algunos casos una función poética y, en otros, una función
puramente informativa.” (Lotman, 130).
Del mismo modo, Lotman jerarquiza un tercer tipo de
textos en el sistema de la cultura, los que cumplen con la función
de la memoria, pues cada elemento tiene sentido “en un determinado
contexto, y lleva en sí una profundidad temporal y una
tradicionalidad histórica...Estas tres funciones son también los
indicios del sistema intelectual” (Ibidem). A través de lo que ha
llamado el isomorfismo cultural: la conciencia individual, el texto y
la cultura.
En nuestros estudios sobre el tipo de texto la
novela histórica resulta pertinente expresar la inclusión de estos
tres sistemas de textos del sistema de la cultura: el texto histórico
(la memoria); el texto poético, en todo lo que sea concebido como
producto del imaginario narrativo, el cual se detiene con específica
atención en la recreación de personajes auténticamente reales,
personajes tomados de la Historia pero renovados de manera
insospechable; así como personajes ficticios, muy emparentados con
el discurso poético porque en su particular construcción sostienen,
el sentido estético de la novela. En algunas ocasiones, esta
significancia poética la encontramos en el narrador, casi siempre en
primera persona o como narrador testigo de los hechos. Puedo señalar
el uso de este procedimiento textual en las novelas del escritor
colombiano William Ospina, Ursúa y El país de la canela,
recurso importante que interpretamos en las novelas de Ospina las
nociones de mímesis de Paul Ricoeur y que hemos trabajado en otro
estudio sobre la novela histórica. Además, también la novela
histórica informa al lector detalles de la historia que han sido
ocultados por los textos oficiales. La novela histórica entonces,
utiliza la recursividad del hecho y los héroes para reinventarlos en
el mejor sentido del término.
Es tan importante la noción que sobre la historia
tiene Lotman que realiza un paralelismo con la noción de biosfera de
Vernadskij y la noción de semiosfera, por un lado, y la noción de
intelecto e historia, por otro. Leamos su apreciación magistral y
valoremos la trascendencia de su pensamiento:
“En los años cuarenta de nuestro siglo, el famoso
geólogo, astrofísico y académico Vernadskij definió lo que vivía
sobre la tierra mediante el concepto de biosfera. Forman parte de la
biosfera, dijo, tanto los microorganismos como los individuos.
Vernadskij definió la biosfera como una membrana sobre la superficie
de la tierra. Esta membrana es una máquina, es decir, funciona,
desarrolla este tipo de trabajo: con la ayuda de la energía del sol
transforma lo que no está vivo en vida; y así se desarrollan los
mecanismos de la vida cósmica. Podemos afirmar, haciendo un
paralelismo, que la esfera intelectual es la que crea el intelecto,
de manera que el intelecto no se halla al principio de la creación
sino al final. Todo el movimiento histórico puede considerarsecomo
la actividad de esta máquna (la semiosfera), con sus obstáculos y
sus éxitos.”(Lotman, :134).
Establecer un criterio conclusivo acerca de la
extensa teoría lotmaniana, pasa por considerar su inagotable
repercusión en los estudios de la cultura, de los signos que la
orquestan, de la validez de sus apreciaciones, sobre todo, en tanto
que reconoce en el hombre el valor primordial de ese entramado
cultural y que coloca también a la historia como marca fundamental
de esa memoria, que en ocasiones se diluye por necesidad de
reinventarse, sin premeditaciones posibles; dónde ese intelecto
humano sabrá sacar o no provecho, de acuerdo a sus circunstancias, a
sus convicciones y a la realidad que se le presente. Recurriendo a
la riqueza sígnica del arte, con una esperanza siempre latente.
Notas:
- Carlos Marzal: “Aprendiz de espumas”: “Yo conduje a mi niño hasta la orilla,/y él me condujo a mi,/más niño suyo./Lo conducente, al fin, lo conducido./Hasta entonces/ anduvo ensimismado/en tormentas de arena/en castillos de almenas imposibles./ Con su pala y su cubo, en ramblas breves./La media tarde se alumbraba oblicua/ Con dócil resplandor. El mundo en torno/ brindaba a aquel volumen mansedumbre,/ sin la laceración del mediodía./El mar y el niño se observaron tensos,/ como las criaturas más salvajes./Tanteaban sus fuerzas,/ recelosos,/ en una esgrima tácita./Hasta que el niño desplegó su índice,/y al señalar el mar,/ creó desde la nada el mar primero,/fundó desde su amor el horizonte./Corrió el niño hacia el agua,/ y el animal, sumiso,/lamió sus pies descalzos. Para siempre,/tomaron posesión uno del otro,/señores a la vez, mutuos esclavos.Así fue como el aprendiz de espumas/ se hizo doctor en olas, erudito/ en los cantos roddos, en los nácares, en los azules yodos intangibles./Yo me atuve a mi asombro,/ pobre adulto./ ¿Por qué/si fuimos dueños no lo somos?/ ¿Por qué/ si lo supimos, no sabemos?7¿Adónde fue a parar el paraiso?http://niundiasinpoesiaguadalpin.blogspot.com/2009/10/marzal-carlos-el-aprendiz-de-espumas.html?spref=fb
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