Edmund Hussrel, Hanna Arendt, Karl R. Popper: encuentros para la búsqueda
del conocimiento y la ética
Libertad León González
Universidad del Zulia
Doctorado en ciencias Humanas
Seminario Ética de la Investigación Científica
La vida se nos presenta como la sobreabundante
emergencia de innumerables configuraciones, cada una de las cuales depende de
las condiciones del mundo circundante, del nicho ecológico en que se afirma, de
la relación con las demás especies.
Francesco Alberoni
Si
bien, tal y como lo establece Abbagnano en su Diccionario de Filosofía, la Ética, como ciencia de la conducta
posee dos concepciones fundamentales: “1. Ciencia del fin al que debe dirigirse
la conducta de los hombres y de los medios para lograr tal fin y derivar, tanto
el fin como los medios de la naturaleza del hombre….2. La que la considera como
ciencia del impulso de la conducta humana e intenta determinarlo con vistas a
dirigir o disciplinar la conducta misma.” (Abbagnano, 1997: 466). De igual
forma, establece que “la felicidad es el fin de la conducta humana y el placer
es el móvil habitual y constante de la conducta humana.”(Abbagnano, 1977:467) En
tal sentido, el hombre procura su felicidad y deberá demarcar las consecuencias
de sus acciones en esta búsqueda. La Ética coloca al hombre de todos los
tiempos en un punto de amplitud, de comprensión de sí mismo, de sus semejantes
y muestra los límites de su condición humana. Esta delimitación de la Ética se
acerca a los términos en que tres autores como Husserl, Popper y Arendt
plantean en algunas consideraciones o reflexiones propias de sus teorías.
El
primer autor, Karl R. Popper a partir de su racionalismo crítico se coloca en
una postura de continuo cuestionamiento a propósito de la búsqueda de la verdad
en el camino de la investigación, en la búsqueda del conocimiento; su famosa
“teoría de que el conocimiento se desarrolla por medio de conjeturas y
refutaciones” (Popper, 1958:31) le proporciona un punto de reflexión lo
suficientemente amplio para dar pie a una conciencia crítica que favorece la
tarea investigativa y en consecuencia, la posibilidad de escuchar otras
conjeturas, en términos de lo que el mismo Pooper ha denominado la
imparcialidad, por un lado y la tolerancia, por otro. Precisemos al autor:
“(Kant
estaba en lo correcto cuando basó su Regla
de Oro en la idea de la razón. No cabe duda de que es imposible probar la
rectitud de cualquier principio ético, o siquiera argumentar en su favor tal
como argüimos en favor de una aseveración científica. La ética no es una
ciencia. Pero aunque no existe una base científica racional de la ética, si
existe una base ética de la ciencia y del racionalismo). (Popper, 1958:
46).
En
esta afirmación nos interesa resaltar la ineludible necesidad que posee tanto
el científico como el filósofo en seguir a la par de sus investigaciones, un soporte de razonamientos que no lo desvíen
del reconocimiento de su condición labil, en términos de Ricoeur, en torno a sí
mismo y al resto de los hombres, “Ricoeur define los tres modos de
intermedialidad según tres capacidades: la razón que busca la Verdad, la acción
(praxis), cuyo objeto es el Bien y el sentimiento (corazón) como síntesis o
intermedialidad total del hombre”.1 Esta apreciación de sí mismo le
permite mostrar otro fundamento del investigador, la responsabilidad. Desde esa
convicción del investigador sobre las limitaciones que posee en su naturaleza
humana muestra uno de los alcances más significativos para el progreso armónico
del proceso de la búsqueda del conocimiento. Por lo tanto, resulta fundamental volviendo
a Popper, la siguiente afirmación “todo conocimiento humano es humano: que está
mezclado con nuestros errores, con nuestros prejuicios, nuestros sueños y
nuestras esperanzas” (Popper, 1958:60). Esta delimitación de Popper en torno a
la posición crítica ante la investigación da fe de una conciencia en torno a la
naturaleza humana, con limitaciones.
En
este punto podemos hacer mención de la noción de conciencia humana de Hussrel
en el sentido de que “es intencional, es decir, produce actos cuya
característica es el no quedarse en sí mismos sino ir más allá, por lo que la
conciencia intencional es en sus actos conciencia de:”.2 Observamos
cierta correspondencia entre ambos autores al reconocer la supremacía de la
observación minuciosa de la realidad, de cada situación problemática planteada
por el individuo. En su Introducción a la
Fenomenología Hussrel hablará de “la intuición, en tanto posición de la
conciencia, puede ser categorial o esencial, si es categorial se estarán
captando los contenidos no sensibles tales como estructuras o números; si es
esencial se referirá a datos, procesos, objetos percibidos por los sentidos”,
la percepción “se da desde una actitud natural” y las esencias “que vienen siendo
unidades ideales de significación que se dan en la conciencia intencional”.3
De tal modo, percibimos en Hussrel en la búsqueda del conocimiento la
participación de elementos objetivos y subjetivos en la conciencia humana que
lo llevan a constantes descubrimientos de sí mismo, de los hombres y del mundo
que habita.
Para
Hannah Arendt, en cambio, la condición humana gira en torno a la vida activa: “tres
actividades fundamentales: labor, trabajo y acción”(Arendt, 1993:37) donde “Todas las actividades humanas están
condicionadas por el hecho de que los hombres viven juntos (…). Vivir juntos en
el mundo significa en esencia que un mundo de cosas está entre quienes lo
tienen en común”. (Arendt, 1993:62). En
este punto comienza Arendt a resaltar su
preocupación por el hombre y el mundo en que habita. Hablará de esferas pública
y privada, donde precisamente, la esfera privada se impone en la pública cuando
“los hombres…han sido desposeídos de ver y
oír a los demás, de ser vistos y oídos por ellos. Todos están encerrados
en la subjetividad de su propia experiencia singular, que no deja de ser
singular si la misma experiencia se multiplica innumerables veces”. (Arendt, 1993:67).
Estaría refiriendo entonces el gran problema del hombre imbuido en las
sociedades de masas, esfera pública que ha acabado con la esfera privada,
sembrando “el fenómeno de masas de la soledad, donde ha adquirido su forma más
extrema y antihumana”. (Arendt, 1993:68). Situación de aislamiento de los
hombres que comparten un mundo de esferas pública y privada que se contraponen.
Otro pensador, Humberto Maturana creerá en “una relación fundada en la
confianza recíproca; en las acciones de aceptación del otro como legítimo otro
en la convivencia” (Maturana, 2008:72) a partir del modelo político de la
democracia, de la relevancia que tiene en las relaciones humanas la conversación, es decir, el diálogo
propiciado por el lenguaje y lo que el mismo autor ha denominado la biología
del amor.
Reconocemos en el discurso filosófico de grandes
pensadores de los siglos XIX y XX un acercamiento hacia las nuevas tendencias
de la ciencia y la filosofía en la búsqueda del conocimiento, la convivencia,
la condición humana, las cuales permiten una conciliación con el mundo cada vez
más convulsionado, desde la clara convicción de las limitaciones subyacentes en todo hombre.
Notas:
1
Juan Antonio Dianes Rubio. Identidad y
Ética. La constitución Ética del Sí mismo en la filosofía de Paul Ricoeur.
Universidad de Cádiz. 2003.
2
San Martín, Javier. La fenomenología de
Hussrel como utopía de la razón. Barcelona. Antrhopos. 1987.
Bibliografía:
Abbagnano,
Nicola. Diccionario de Filosofía.
Bogotá. Fondo de Cultura Económica.1997.
Alberoni,
Francesco. Valores .México. Gedisa.
2010.
Arendt,
Hanna. La condición humana.
Barcelona. Paidós. 2006.
Maturana, Humberto. El sentido de lo humano. Bogotá. Quebecor worl S.A., 2007.
Maturana, Humberto. El sentido de lo humano. Bogotá. Quebecor worl S.A., 2007.
Popper,
Karl R. Escritos selectos. México.
Fondo de Cultura Económica.1958.
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La responsabilidad de vivir. Madrid.
Paidós. 2012.
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